lunes, 4 de mayo de 2020

El artista de la familia

Eran finales de los ochenta (según mis cálculos aproximados) y siendo un niño yo ya empezaba a prestar un poco más de atención en las fiestas y reuniones familiares. “¿Y ese señor alto quién es?”. “Y esa señora con la permanente ¿qué es mío? (sic)”. “¿Y los nenes esos, son hijos de quién?”. Y como no podía ser de otra manera, vos estuviste en una de esas primeras preguntas.

- “¿Ese de bigotes es Fontova?”

Le pregunté con toda la inocencia a mi vieja al regreso de alguna reunión familiar. Ella se reía y me decía que no, que “ese de bigotes” era su primo.

- “Pero no puede ser, si es igual” insistía yo.

Claro, en esa época –aún siendo un niño de siete años- yo ya conocía a Horacio Fontova porque lo veía por todos los programas de la tele mientras se “candidateaba” para presidente (con disco musical como excusa artística mediante, por supuesto).

- “No, no es. De hecho, trabaja con él. Le lleva los instrumentos a los recitales” me dice mi vieja.
- “¿Cómo? ¿Trabaja con él? Mmmm, mucha casualidad. Es igual a él y trabaja con él. Sí, claro.” me dije.

Con semejante e inesperada coincidencia, una pequeña teoría conspirativa se adueñó de mí y pensé: “Bueno, tal vez es y no me quieren decir porque la gente tan famosa no debe querer que la molesten y menos en una reunión familiar”.

No iba a durar mucho la teoría conspirativa. Apenas un par de cumpleaños y reuniones más bastaron para darme cuenta que no, que vos no eras Fontova. Vos eras Julio, “Julito”. El hijo de Tío Julio y Tía Anita. El hermano de Ana. El marido de Dina. El papá de Cristian y Vanesa. El primo de mi mamá y mi tía.

Y además de todos los títulos nuevos que iba descubriendo a raíz de las preguntas genealógicas que le hacía a mi vieja, fui descubriendo que tenías muchas cosas en común con el Negro, no solo el bigote: la música. Fanático de Los Beatles y el rock, tenías tu propia banda donde tocabas la batería. Fue la primera vez que vi a alguien cercano (y de cerca) tocar ese instrumento. Y también, por supuesto, el humor. Un personaje que le gustaba disfrazarse y hacer reír a todo el mundo con ocurrencias propias de un loco, un distinto, un artista. Como te apodaría mi vieja años después -mitad en joda mitad en serio-: “el artista de la familia”.

Pasaron los años y gracias a la vida compartimos momentos inolvidables. Festejos de cumpleaños de todo tipo (los de casa y los de salones de fiesta), casamientos, alguna que otra Comunión, Navidades, fines de año, reuniones que eran solo con la excusa de vernos, el famoso e inolvidable viaje a Luján, irte a ver a algún lugar de la Capital con cualquiera de tus bandas y por supuesto no me puedo olvidar de todos los videos y producciones familiares que hicimos juntos en estos últimos 12 años.

Y claro, con tantos momentos, tantas cosas vividas, aquella pequeña teoría conspirativa de que “vos eras Fontova” yo ya me la había olvidado. Hasta ahora que me senté a escribirte esto.

El pasado 20 de abril se fue “El Negro”. Y doce días después te vas vos con él. Como si todo estuviera pensado para que mi ‘yo de siete años’ siga con la duda y alimente la conspiranoia ¿viste?

Pero bueno, lamentablemente hoy me toca ser el ‘yo de ahora’ que está muy triste pero que a su vez ya no tiene ninguna duda: fuiste, sos y serás siempre JULITO. El hijo de Tío Julio y Tía Anita. El hermano de Ana. El marido de Dina. El papá de Cristian y Vanesa. El primo de mi mamá y mi tía. El artista de la familia.

Te voy (vamos) a extrañar. Mucho.

Mariano
4 de Mayo de 2020

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